Mi imagen tintando su espejo
y sombras que pasan a mi alrededor
mientras miro sus colores de agua
deshacerse con el viento y formarse de nuevo
cuando el aire se calma y respira tranquilo...
Huellas mojadas de lluvia
que no sabían el camino de vuelta
que se quedaron inmóviles en mitad de la calle
interrogando a los transeúntes, que como yo,
se encuentran perdidas en su reflejo...
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La meua imatge tintant el seu espill
i ombres que passen al meu voltant
mentre mire els seus colors
desfer-se amb el vent i formar-se de nou
quan l’aire es calma i respira tranquil...
Petjades banyades de pluja
que no saberen el camí de la tornada
i es quedaren immòbils en aquest carrer
interrogant als vianants, que com jo,
es troben perduts en el seu reflex...
Los reflejos son en mis palabroesías como pequeñas obsesiones, conceptos recurrentes que siempre encuentran un resquicio abierto para colarse en mitad de los versos.
En realidad, las obsesiones existen, mejor o peor escondidas, en todos y cada uno de los libros de poesía que he leído en los últimos años. Por eso, desde hace algún tiempo, anoto éstas en la primera página como prueba fehaciente de su delito, o quizás para sentirme menos culpable del mio.
Esta palabroesía es especial y marca el “principio” de esta obsesión, en el año 2005.
Escrita en castellano, formó también parte del conjunto de poesías premiado en la X Edición de La Rosa de Paper, y en valenciano, fue seleccionada junto con otro poemario como finalista en la II Edición del Certamen Carraixet Jove.
Le hace compañía la fotografía de una de las gárgolas de la Lonja de Valencia. Mi amiga Vane le regaló esta imagen a esta palabroesía y es, sin duda, su perfecto reflejo.
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